Mariona Olmos 2.0

►Conoce a Mariona Olmos
A modo de prevención, informe a navegantes desde ya: Mariona Olmos es una adicta al Social Media sin remedio. Tendrá algo que ver que estudie publicidad y relaciones públicas y que haya hecho prácticas en gabinetes de comunicación. Así que lo que es el lenguaje 2.0 lo conoce (y muy bien). Facebook lo usa a nivel personal y a nivel profesional. Pero a nivel personal no en modo “mira lo que ha hecho la guarra de mi vecina”, matiza. “Tengo cosas de mi vida privada, pero sobre todo me dado cuenta de que es gran escaparate para mi”. Vamos, Facebook categoría “Currículum ampliado”. Así que entre fotos de danza e instantáneas de sus últimas vacaciones ahí está, a la caza del “Like” (mientras pone click a ‘Ocultar’ a aquellas fotos de borracheras del año 2006, porque ahora ya es una persona seria). MW Photography tiene perfil en Facebook, con casi 1000 fans. Dice que lo tiene todo “muy público”, tan público que a veces se ha encontrado fotos suya de portada de alguien y sin ni siquiera citar autoría. Esos riesgos en tiempos de Facebook. Pero, ¡qué leches! “Eso revienta”, nos dice. ¿Último me gusta? No se acuerda. Así que la “stalkeamos” nosotras. Mariona appreciated Fotografies de dansa on Behave. Son fotos suyas. Muy autocorporativisita. Sí. Pero y qué. “Ahora los jóvenes tenemos que estar vendiéndonos todo el rato -advierte-  es agotador, pero es así”.

De nuevo, Twitter adicción. No sabemos si hay una categoría definitoria para las especies con más de 10.000 tweets. Pero si la hay. Ahí está ella: @mariona10. Empezó a engancharse por cuestiones de trabajo, lo que lo hace un vicio más... ¿respetable?. Ahora es de las “tuitealotodo”, desde el croissant de la mañana hasta el hola-os-presento-a-mi-día-de-mierda o pinchad aquí para ver estas fotos que tanto admiro. Sin ella, os ratificamos que el Mundo Twitter sería cuanto menos mucho más aburrido.

No lo decimos nosotras. Lo dice ella: “soy súper, tope, mega fan de Instagram”. Vicio puro y duro. Al margen de odiar a los gurús Instagrammers y estar un poco en contra de la gente que pasa por el filtro del bendito cacharrito fotos hechas con Reflex y no con móvil, lo cierto es que por lo demás está totalmente enganchada. Mariona10 es su apodo, con más de 1000 fotos retocadas. Con esto no se pone muy crítica, ni tiquismiquis a lo muy fotógrafa. Qué va. “Yo pongo fotos de todo tipo”, reconoce. 

Tuvo Tumblr hace un tiempo, pero se lo borró. Así que teniendo en cuenta que TUMBLR está ahora en pleno boom, eso la hace como un poco visionaria en este invento de Internet. “No sigo blogs, porque soy demasiado vaga para acordarme de seguirlos”. Nos dice. Ahora bien. Es de las que pasa (que no pierde) mucho tiempo en Internet y llega a cosas “muy guays” pero luego no sabe cómo. Es decir: navegación online freestyle. Guiño a nosotras: ¡bueno, vuestro blog si que lo sigo eh! Y luego, se apura: y también sigo la web xataka.com que, como bien reza su descripción, es para “apasionados de la tecnología”.

¡Jo! “Estoy muy viciada a Mumford & Sons. Y dice “¡jo!”, porque aún se martiriza por perderse su concierto en el Palau Sant Jordi. Pero no hay dinero. Y para ir, tendría que dejar de hacer algunas clases de danza. Así que no. Prefiere no tocar ese ajustado horario. ¿Canción? ¿Álbum? “El CD nuevo está muy bien, pero yo soy más The Cave, que para mi marcó un antes y un después” 

En su casa han sido de comprar diario los domingos. En esas épocas de bonanzas a veces compraban hasta dos. El Pais y La Vanguardia. Ahora se sincera: “estoy suscrita a La Vanguardia, así que me llegan las notificaciones al móvil”. De modo que cuando tiene tiempo, lo único que lee es por Internet. Y dice cuando tiene tiempo porque reconoce que el ser freelance te aniquila el tiempo libre y hasta la vida y a veces no tiene tiempo ni para eso. RIP prensa, amigos.

Instantáneas en movimiento

Mariona Olmos, 23 años; Publicidad y Relaciones Públicas en la Universitat Ramon Llull (Blanquerna)





Mariona nos recibe en su casa, en el barrio de Sant Andreu, donde vive con sus padres. Se disculpa unos segundos, porque está acabando de comprar unos billetes de AVE. La hemos pillado en mitad de los preparativos de su primer "viaje" de trabajo fuera de Cataluña, en el que expondrá sus fotos en una pequeña sala de Zaragoza. Mariona Olmos tiene 23 años y ha estudiado Publicidad y Relaciones Públicas. Lleva gafas de pasta, mezcla catalán y castellano mientras habla y se ríe fuerte. Nos lleva hasta el tejado de su edificio, entre calzoncillos limpios del ático 2a y las sábanas de la vecina del tercero. Y ahí, con unas vistas de altura, nos situamos frente a frente. Cuelga un cartel para los vecinos, amañado a base de celo y rotring, y en el que pone: "No cerréis la puerta. Estoy haciendo un trabajo". A Mariona le gusta la fotografía y la danza y, aunque suene a utópico y casi a carambola de ciencia-ficción, ella es la viva demostración de cómo sobrevivir a dos de los sectores más complicados: la fotografía y la danza en pleno siglo XXI, esas artes en las que la tijera entra lo primero, y la inversión lo último. Además, ella ha llegado a esos dos mundos por los caminos menos convencionales. 

No empezó a hacer danza cuando era niña, no. No es de las que tiene fotos con chupete y moño apretado. Tampoco. Ella empezó a los dieciséis y trabajó en un McDonald's para costearse las clases de ballet. Respecto a la fotografía, sus primeras fotos son con una Olympus la mar de normal y no tuvo una Canon hasta el año pasado -que aún hoy continúa pagando-. Sin embargo, ella es una experta en desterrar los 'peros'. Y su tozudez, y por qué no, insistencia, la han llevado a crear MW Photography -que, por cierto, viene de traducir su nombre al inglés, Mariona, Mari Wave-. "MW Photography surge en el primer año de carrera de manera muy natural. Tenía que hacer algunas prácticas de fotografía y como estaba todo el día dando clases de danza, utilizaba a las niñas como modelos en los ensayos y, así, ahorra tiempo". Eso le encendió la bombillita. ¿Por qué no? Le encanta la fotografía y le encanta la danza, ¿Por qué no especializarse en fotografiar el mundo que tiene más cerca, el del baile? ¿Hay algo más bello que retratar un salto en grand ecart?  ¿Un buen empeine con unas zapatillas de punta?

Sin embargo, hay que hacer justicia a la trama de esta historia. ¿Qué decir? Empezar recalcando que Mariona no lleva bailando toda su vida. Empezó de pequeña, pero su madre la desapuntó porque siempre salía llorando. "Entonces, me apuntó a clases de inglés, en esa época de obsesión paternal para que aprendiéramos idiomas". Así que mucho inglés, pero poca danza. Y cero deporte, en general. Pero a los dieciséis, ella, con plena conciencia, retoma las clases y se busca una academia y de aquí para allá, al final le acaba cogiendo el gusto a 'esto' de bailar. Empieza con ballet, pero acaba haciendo flamenco, contemporáneo y hasta baile español. "Mis amigos creo que no entienden cómo puedo estar encerrada de lunes a vienes bailando. Pero yo prefiero esto mil veces más antes que salir de fiesta". Mientras tanto, sus padres seguían que no y que no, que nanai, que se dejara de tonterías y que se pusiera a estudiar "en serio". A los dieciocho años cierran el grifo, así que a Mariona no le queda otra que calcular al milímetro cuántas horas necesitaba trabajar para pagarse la matricular. Cambia el maillot por el uniforme de McDonald's y se pone manos a la obra con los Big Mac.

Y entre pliés y foutées, Mariona no sólo no abandona su gusto por la fotografía, sino que lo potencia. Decide que le encanta y pide una subvención paternal para comprarse una Cánon "como Dios manda". Y aunque aún la está pagando, de momento ya le ha permitido hacer su primera exposición como MW Photography en un local del Raval. "A veces, las cosas son mucho más fáciles de lo que nos pensamos. Es tan fácil como llamar y ofrecerse. Valoraron la calidad de mis trabajos y eso que otra sala me los había rechazado antes. ¡Suerte que no me rendí", nos dice contenta. Y sin respirar entre palabra y palabra, sigue igual de emocionada contando que se va a Rusia dentro de unas semanas. Lo del frío es lo de menos, siendo la capital del ballet el destino. Tiene además el permiso para entrar en el Bolshoi Ballet, LA compañía por excelencia de las puntas, las odettes y los tutús al vuelo. Eso sería el equivalente a ir a cenar con Woody Allen, para un cinéfilo, o irse de copas con Thom Yorke, para un musico adicto.

Y así es como, ahora, la misma chica que de pequeña renegaba del inglés con un “me da palo” por defecto, es hoy la que se prepara de forma autónoma y cuál loca para sacarse el TOEFL y volver a la Escuela Central Saint Martins en Londres (sí, esa misma, la que bloggers, diseñadores de moda, artistas, ilustradores y demás gente del buen gusto se pirran por entrar), donde ella el año pasado hizo un curso intensivo de 7 días de Iniciación a la fotografía. “Yo nunca he sacado notas brillante; todo lo contrario, siempre me ha costado mucho concentrarme en una cosa, o motivarme en algo”, nos dice con voz resolutiva y muy ‘echada para adelante’, como de quien ha dejado atrás los “fantasmas” del pasado y muere por llevar adelante sus proyectos. Y es que, al final, será eso: “dar con lo que te gusta, o con las cosas que te gustan. Conjugarlo todo. Y esforzarte para conseguirlo”. 

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